Carta a un artista pequeño/a/e
- Noe Flaminio
- Oct 27, 2020
- 4 min read
Nos encontramos transcurriendo el mes de septiembre del año 2020. Lo que tengo para proponerles hoy es un viaje en el tiempo sobre su propia historia. El recorrido los llevará desde la infancia hasta su presente y quien les dice a pensar(se) en el tiempo que vendrá.
Cuántas veces en una reunión familiar, en la escuela, en un espacio recreativo les preguntaron “¿qué queres ser cuando seas grande? ¿de que vas a trabajar cuando crezcas?” o mismo ustedes, cuantas veces recuerdan haber dicho “cuando sea grande voy a trabajar de...”, “quiero ser...”.
Muchos de esos sueños o primeras ideas de la infancia, en algunas personas se lograron mantener y se cumplieron, pero en otras ¿qué sucedió?.
A medida que vamos creciendo algunas ideas, deseos y sueños se van corriendo por otros factores como el entorno social, el apoyo (o no) de la familia, las experiencias alcanzadas hasta el momento o el simple hecho de no saber realmente qué queres hacer.
Cuando sos un niño/niña/niñe la vida en algún momento tiene cierta magia y el deseo fusionado con la imaginación te invitan a visualizarte de cierta manera.
Cuando vas creciendo y la adolescencia está a flor de piel, empiezan otros factores a entrar en juego, como las relaciones con les otres, les intereses individuales y las experiencias vividas o con ganas de vivir, que hacen de esa etapa un mundo particular; casi que una burbuja especial y única.
Estos dos grandes momentos de la vida se ven acompañados de la escuela, y en la adolescencia hay un año que es muy determinante (o eso nos hacen creer). El famoso quinto año, donde empieza una crisis por digerir la separación de quienes son tus amigos con los que vivís todo el día y la decisión de emprender un camino nuevo que te sumerja en la burbuja del trabajo.
En muchos, el deseo de la infancia se ve pinchado por diferentes motivos, algunos desean estudiar algo, pero aparecen algunas voces que dicen “eso no te va a dar de comer”, “mejor pensa en otra cosa”.
Estas expresiones se ven fuertemente activas cuando los sujetos eligen carreras vinculadas con el arte. Por ejemplo, si queres ser escritor, te van a decir, “mejor sé profesor de lengua”, si queres ser bailarín/bailarina tal vez te dicen “ya es tarde, tenías que hacerlo de pequeño/a/e”, además de “te vas a morir de hambre” y “vas a terminar dando clases y nada más”.
Muchos eligen escuchar esos comentarios y correrse del camino que realmente desean y terminan siendo médicos, contadores, arquitectos, y todas las profesiones que se les puedan ocurrir. Y otros, por el contrario, empiezan a vacilar y balancearse en los si y los no de una vida basada y vivida en lo artístico.
¿El trabajo es para trabajar y ya? ¿Trabajas para comer? ¿Trabajas de lo que te gusta? Con lo que ganas ¿te pagas eso que te gusta hacer pero no confías en que te puede dar trabajo? ¿Trabajas del arte, pero también trabajas de otra cosa por las dudas?
Estas son algunas preguntas que se me vienen a la mente.
Y a medida que crecemos algunas de estas preguntas atraviesan nuestros pensamientos, más cuando se acerca el momento de la independencia de la casa de donde crecimos. La cuestión de la vocación y de qué voy a vivir, no? como si une se preguntara de qué va a vivir? plantean una gran problemática donde los sueños y la realidad muchas veces chocan.
Por lo tanto, si el arte “es una herramienta lenta, que no actúa de inmediato, sino que requiere experimentación, análisis constante, deconstrucción de estereotipos y esquemas de pensamiento.“ (María Victoria Guzmán) realmente ¿tenemos tiempo para trabajar del arte?
La real problemática no es la vocación y el interés propio, sino el contexto que nos rodea con sus reglas del juego que nos hacen creer que no se puede trabajar de tal o cual cosa. Sino que eso (el arte) es para pasar el tiempo, para la distracción, para desconectarse del mundo real.
Entonces tenemos los que siguen un camino sin cuestionarse y van a lo más conveniente y otros que se aventuran en el camino de la incertidumbre. Es cierto, que en la vida el camino laboral/vocacional no es llano, sino que hay muchos pero muchos baches que hay que atravesar y saltar. La vida nos va encontrar con momentos buenos y malos, muchas veces vamos a sentir que estamos abajo de todo o que llegamos a la cima de la montaña, pero llegar a la cima no quiere decir que esta todo resuelto. Sino que tenemos que seguir alertas para seguir creando el propio camino.
Podemos escuchar a muchos que quieran ayudarnos en ese trayecto, pero a los que realmente tenemos que escuchar es a nosotros mismos. Ya sabemos que el mundo es difícil, pero por ahora solo sabemos que tenemos esta vida que estamos viviendo. Es mejor estar balanceándose en los si y los no de una vida basada y vivida en lo artístico, con todas las inseguridades que pueden traer, a tener que una vida segura y quieta.
Por eso, la acción más genuina es seguir tratando de alcanzar el sueño de quien queres ser, adaptándolo (con crítica) a ese mundo que te rodea y sabiendo que algo de todo eso depende de vos, recordando ese balanceo que mencionaba antes. Básicamente sería encontrar algún equilibrio que te permita seguir, pero justamente al ser un equilibrio no nos asegura algo quieto, sino que existe un quietud y un movimiento sutil a la vez.
El verdadero trabajo no es pensar solamente en las problemáticas del mundo donde vivimos, sea en deseo de un trabajo vinculado al arte, sino en poder vivir el deseo real propio de cada uno/a/e. Es confiar en uno, con lo bueno y lo malo que nos puede rodear, para poder seguir el sueño del artista, que sos vos y nadie más con tus ideas y valores.
Mientras lees y escuchas este texto, te propongo que imagines a ese niño/a/e pequeño/a/e que alguna vez dijo “quiero ser artista”, “quiero trabajar en un teatro bailando.” y lo saludes, lo abraces y le digas que siempre se puede, aunque la vida y el contexto social te muestre que no siempre es fácil, pero que todavía hay tiempo para reconectarse y vincularse con el arte.
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