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Explotando cerebros todes juntes

  • Writer: Valentina Novak
    Valentina Novak
  • Oct 15, 2020
  • 4 min read

Updated: Oct 20, 2020

Lo diverso puede generar conocimiento.


Qué mejor forma de luchar por una emancipación social y popular que dispute contra el sentido hegemónico que a través de lo mejor que tiene el lenguaje artístico: la estética. -y no estética como lo bello, sino, como dice Rodolfo Kusch, la forma sensible de la ética-.

Bianca Melman.


En una suerte de frase cliché, me encuentro encerrada nuevamente en el ahogo. Apoyada en el caos mental. En el desborde. O borde. En la gota rebalsando el vaso.

Vivimos en una constante calesita de preguntas y respuestas. De respuestas y preguntas. Contestadas y no contestadas. Abriendo cada vez más pestañas en la computadora para ver cual es la verdad. Y recaer de nuevo en las preguntas. ¿Qué tan verdad es lo que leo y no un recorte con lo que me quieren hacer creer? Quitando la posibilidad de invento, claro.

Es que, ¿Desde cuando todo está escrito, sintetizado, hecho palabra, documental, blog, drive, libro, historia de 15 segundos? ¿Todo tiene que estar escrito, plasmado? ¿Dónde quedaron esas danzas y rituales de las civilizaciones oprimidas que nunca alzaron la voz gracias a les colonizadores? ¿Qué pasa con esos pensamientos que se quedan en el aire? ¿Se detuvieron en su lugar o deberían haber sido historia y, así, nosotres usarlos como una herramienta a favor para entender el hoy y construir nuestra verdad? ¿Necesitamos de todo y de todes para entender? ¿Qué queremos entender?


Pierre Bourdieu, en sus estudios de los efectos en la dominación y la lucha por la igualdad, concretó que todes tenemos diferente la capacidad cultural, es decir, la capacidad que tenemos para entender las palabras, el arte y todo a nuestro alrededor. Como también de nuestra capacidad social referida a las puertas que se nos abren (o no) por las cuales surgen oportunidades, por ende, conocimiento. Esto asienta la idea de que nunca nadie va a tener la misma o parecida idealización de algo si no se le nombra (como la diversidad de estilos de arte en la actualidad o las injusticias invisibilizadas que no se masifican) ya que lo que no se pone en palabras, no existe. El lenguaje y la expresión son un punto de entrada en donde casi la totalidad de la población puede acceder generando un campo abierto sin excluides, para así, abrir la capacidad cultural de cada individue de la sociedad. Darle nombre a lo que queremos que exista, a lo que queremos identificar, fomentar y cuidar. Nombrar es siempre uno de los primeros pasos y lo es, precisamente, porque posibilita el reconocimiento que está en la base misma de existencia. La persona aprende el lenguaje del mismo modo que aprende la cultura.

Quiero destacar la idea de que nombrar no significa segmentar, categorizar o responder. Que algo se de a entender, ósea a pensar, no nos puede quitar la libertad de expresión en una fluidez cambiante. Si nos quedamos estáticos en un conocimiento se hace imposible la oportunidad de escuchar(se) y entrar en movimiento. Al menos por un rato. Es como un abanico de infinitas posibilidades que te encuentra a la espera de que siempre se pueda abrir más.

Si nos quedamos en lo ya nombrado, en las prácticas culturales que nos llevan a seguir haciendo acciones que nos impusieron como tener que saber clásico para ser bailarine o tener un título para desarrollar una profesión, seguiremos beneficiando la hegemonía. La imposición de tipo cultural. El control de los medios.

¿Cuál es el lugar que ocupan y ocuparon los sectores marginales y excluidos de nuestra sociedad en el campo de lo cultural y lo artístico?

Podemos entender un acto político desde una idea de estar sujetos, inmerses en una historia, encontrándonos en un camino de cuestionamientos y estructuras. ¿Me puedo definir como algo sin une otre? ¿Me puedo expresar según mi deseo? ¿Puedo bailar de la manera que quiero? ¿Estamos en completa libertad o lo que llamamos “tiempo de ocio” es una libertad organizada?

Con el conocimiento de las industrias culturales y el atravesamiento de los medios de comunicación en la sociedad, se puede reconocer un sistema que continuamente está imponiéndonos estilos de vida y mercancías para el consumo. Estamos sujetos a los intereses de la demanda continuamente donde nos dicen cómo comportarnos y hasta cómo sentir. ¿Sentir es político?

El arte no se queda atrás y existe una mano invisible que generó unas gruesas consecuencias en este ámbito provocando una sustitución del arte como arte hacia un mecanismo para satisfacer demandas, gustos e intereses. La economía y el dinero entran en juego en un ciclo de reproducción en masa todes igualites y no paramos de ser bombardeades de contenido visual. Se hace tan subjetivo el término que parece que ya todo puede ser arte, por ende, nada lo es. Entonces, ¿Hay un límite en el arte? ¿Existe el arte?


Creo que nos encontramos como en una símil punta del iceberg donde tenemos que hacerle frente a la emergencia del cuerpo y las necesidades que nos rodean, y que el transitar nuestra existencia singular no desemboque en un enojo y negación constante, si no que nos ayude a aprender a escuchar-nos (porque dudo que alguna vez alguien nos haya enseñado) haciéndonos cargo de nuestro ejercicio como inventores de lo que nos mueve.


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